Caminando por la orilla de la
inmensidad azul me siento y los recuerdos chocan contra mi mente y mis pupilas
se inundan. El viento me arropa con su olor salado y su frío consolador. El Sol
se despide y todo se oscurece, me recuesto en la arena mirando las olas jugar
con el viento. La Luna me mira con sus ojos llenos de pena , ya el viento
no se siente pero el frió inunda mi piel. Mis dientes castañean y mis labios se
vuelven color morados. Trato de pararme pero mis tallos no soportan mi peso.
Siento mi boca seca, ya mi vista se nubla. Ya mis latidos están débiles, mi
tacto ya no siente, mis pensamientos se borraron. Pero veo a esa figura
celestial que me tiende la mano y la sujeto, sus manos son cálidas como día de
verano, su pelo es color cobrizo, en sus ojos puedo ver el universo color
aceituna. Miro hacia abajo pero me veo a la orilla del mar con un tono pálido,
sin luz. La miro y ella señala un camino, la sigo. Mientras camino me siento
que me elevo, y cuando veo hacia atrás ya todo se había ido. La sensación de
calma me abraza, porque sé que estoy en un lugar seguro e infinito.